Caracas, marzo 25 del 2006
Venía de correr como todas las mañanas por la orilla de la playa, amanecía y el sol se había levantado por el horizonte, la temperatura era más fresca y agradable que de costumbre, exageradamente agradable, ya había dejado de correr y caminaba en el extremo de la playa, la parte menos transitada, algo alejada de la carretera; aun no levantaban su vuelo las gaviotas pero algunos areneros correteaban por la playa picando cuantas cosas traía el mar a la playa durante la noche. A veces durante mi carrera debía saltar algunos troncos pequeños y chicos.
Me gustaba más correr en las mañana pero a veces lo hacía durante la tarde-noche y si no tenía trabajo y tareas pendientes me quedaba algunas horas viendo el horizonte hasta que se iban todas las gaviotas, fragatas y pelícanos y sólo quedaban algunas aves nocturnas que cruzaban el cielo sobre mi cabeza y uno que otro murciélago... la arena se sentía tibia bajo mis pies, delicadamente tibia, no sentía las piedras ni las conchas marinas que a veces fastidian y causan pequeñas laceraciones en las plantas, era realmente agradable caminar en la playa esta mañana, fue entonces cuando me di cuenta que había estado corriendo descalzo, cosa que muy pocas veces hago porque no tenia carro ni donde dejar los zapatos, en ese momento no quise pensar en donde los había dejado, y decidí seguir disfrutando del agradable clima que inspiraba esta mañana.
Fue entonces cuando lo vi, a manera de tronco sobre la playa, las olas intentaban moverlo, seguro que lo había traído durante la noche, algunos areneros picoteaban a su alrededor sin ir más allá todavía, si lo hubiera visto 30 minutos antes, cuando estaba oscuro todavía y los rayos del sol no se asomaban por el horizonte y escasamente la claridad anunciaba el amanecer, seguramente lo habría confundido con un tronco, largo y uniforme, pero no era un tronco sino un cuerpo humano, alguien dormido, o un borracho o alguien que vino de alguna fiesta y se quedó dormido en la playa. Estos pensamientos pasaron por mi mente mientras me seguía acercando a un paso bastante suave, ya había corrido y ahora andaba muy pausado.
Al acercarme los areneros, esas pequeñas aves de playa que corretean en grupo y que todo lo picotean en busca de alimento, huyeron sigilosamente aunque ninguno tomó vuelo, sólo tomaron distancia sin dejar de picotear.
El cuerpo del hombre tenía los ojos abiertos. Nadie duerme con los ojos abiertos, me incliné sobre él e intente cerrárselos, sentí que me veía, mientras apoyaba mi mano sobre sus párpados y empujaba para cerrarlos, se cerraron suavemente y pareció dormido ahora. “Ahora sí está dormido” pensé. Lo observé y me pareció tan familiar, no sentí miedo ni angustia, “todos los acontecimientos se desenvuelven de manera perfecta”, considerando aquel evento como algo muy natural, hoy me sentía muy raro y equilibrado.
Parecía estar ante la muerte y me parecía natural, no me alteraba siquiera. Otro grupo de areneros se acercó y picotearon sus pies descalzos, les arroje una concha de mediano tamaño y logré hacerlos huir, esta vez sí volaron escapando de mi fugaz agresión, a ras de las olas se alejaron demostrando lo buenas voladoras que son.
Me acuclillé ante el cuerpo como esperando a que se despertara y me hablara pero no lo hizo, pasaron minutos... algunas personas pasaron también y lo vieron pero no me preguntaron nada ni me molesté en decirles algo tampoco. Pasaron más personas y hablaban entre ellos, hasta que alguien se detuvo y se pararon mas personas y se hizo un círculo en torno a nosotros, la gente no me preguntó nada y yo seguí sin hablar.
Era un suceso que nunca había presenciado y de alguna forma me había involucrado. Sentí cómo el ulular de una sirena de ambulancia se acercaba, la gente abrió paso a dos hombres que se acercaron vestidos de azul y rojo y estos examinaron el cuerpo, vieron sus ojos como hurgando la vida en sus pupilas, le tomaron el pulso y la tensión con un aparato digital y uno de ellos sentenció, “no hay nada que hacer” lo montaron en la camilla la cerraron con una lona, fue cuando aprecié que el muchacho se vestía tan deportivo y según mi estilo muy particular y mío, sonreí, “tengo adeptos y seguidores que no conozco”.
Los de azul hicieron algunas preguntas, tomaron algunos datos, escribieron en un block y luego se alejaron sin molestarse en preguntarme nada... la gente se fue dispersando y me quedé solo otra vez. La gente ya trotaba normalmente por la playa y yo ya no tenía ganas de correr, el suceso aunque al principio lo hubiera tomado tan natural creo que llegó a conmocionarme de alguna manera y lo sentí por el chico. Ahora sí pensé hurgando en mi memoria, "dónde habré dejado mis zapatos para regresar a casa?" aunque vivía a escasos dos kilómetros de la playa no creí que me hubiera venido descalzo desde allá.
No encontré el lugar y seguí caminando sin zapatos por la playa, venía a mi mente la imagen de la cara dormida del chico de la playa y me seguía pareciendo familiar y hasta amigable. Creo que lo había visto muy a menudo pero nunca con los ojos cerrados, se me hizo simpático “nunca lo conoceré mejor pues ya no lo veré más” pensé. Mis pensamientos cansados de buscar en mi memoria se fueron hasta la noche anterior y me vi en esta misma playa a la que a veces venía también de noche a vaciar mis sentimientos y hasta me bañaba en la semioscuridad apenas bañada por los lejanos rayos de luz de un centro comercial a unos cuatrocientos metros y edificios a una distancia similar.
Había estado allí en la noche y había jugado con las olas como de costumbre, me gustaba sentir cómo éstas golpeaban mi cuerpo y yo lo soportaba, era como un pelea contra la ola y era como un masaje, un fuerte masaje cuando la ola chocaba contra mi pecho, o en un golpe seco me hacía saltar o si era muy grande me revolcaba haciéndome en alguna ocasión hasta tragar agua, agua salada de mar... luego de eso había estado caminando por la playa, de un extremo a otro, sin sentir la necesidad de volver a casa y no me fui a casa, luego no sentí el frío húmedo de las noches playeras y me dediqué a buscar mis zapatos..... no los encontré, tal vez los buscaba para irme a casa pero sin hallarlos. Hice varias veces ese recorrido de más de dos kilómetros de playa, y varias veces saltaba los troncos que iba trayendo el mar a la playa durante las horas de oscuridad.
Las horas se sucedieron y no volví a casa y no me importó, no quise recordar si mañana tendría ocupaciones importantes y salté varias veces eso que inicialmente pensé era un tronco y que luego me di cuenta que era el cuerpo de un chico, descalzo también como yo...lo había visto a sus ojos anhelantes abiertos y ya dormidos, no decían nada sólo me hacían pensar en tantos sueños por vivir y en tantas experiencias dulces y amargas, tal ves sus experiencias, yo iba dejando de recordar las mías y volví a caminar por la playa hasta que el crepúsculo del amanecer fue aclarando y ahuyentando las sombras y me tropecé otra vez con el cuerpo, fue entonces cuando le cerré los ojos cansados de ver, sin ver, tanta oscuridad y me quedé alli acompañándolo hasta que se lo llevaron y yo me quede buscando mis zapatos que eran los zapatos de ese chico...
Franklin Daniel
28 de enero de 2009