Seguridad absoluta sentí yo en el primer momento.
El inicio de la conquista requirió emblemas persuasivos.
Me tragué cada palabra,
como un borrico que se come sus flores.
Adoración, adoración sentí hacia mi belleza;
y fugazmente estuve en el lugar sagrado;
lugar ajeno, solo ocupado por la deidad divina.
Mi castigo fue el desamor eterno;
Solo destellos de luz en ocasiones tengo,
seguramente,
recuerdos celestiales
Una lección me deja tu desprecio:
No fue tu culpa, la culpa es solo mía
Yo era consciente de aquel viejo principio:
“Solo uno es digno de adoración completa”.
Concluyo entonces, que aquel amor fue solo un espejismo;
pues los mortales,
no pueden ser felices.
MARTHA TORRES
29 de noviembre de 2008